Carta que no lo es pero que sí ...
Caray Antonia querida, ¿quién hubiera previsto hace casi treinta años cuando caminábamos las calles de Nueva York, que algún día me encomendarías la tarea -la amable tarea- de decir algo sobre tu obra, sobre tu vida? ¿Quién hubiera creído, envueltos como estábamos en el turbamultitudinario vía crucis de nuestro crecimiento, cuando pensábamos quizá ya nunca vernos de nuevo, que volveríamos a reencontrarnos para seguir de la mano por los caminos del arte, o mejor dicho, por las laterales de dichos caminos?
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En aquellos días neoyorquinos, yo sabía (pues me lo habrás dicho) que habías estudiado periodismo y que te apasionaba la política. Eran días que bailabas de gusto pues acababas de entrar al Pratt Institute. Viéndote tan elástica y ligerita, sí llegué a preguntarme -debo admitirlo- que a qué le tirabas cuando soñabas, si a la danza o a la plástica. It was touch and go, creo. Por eso no me sorprendió cuando, tiempo después, algún conocido mutuo me contó que habías rondado por Europa y que habías vuelto a México, pero que te habías involucrado en el mundo del teatro (ese "pero" de los que no entienden lo que es la curiosidad desbordada...).
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La piedra de toque es la fotografía. De hecho, la foto siempre ha estado presente en tu pintura...y también en tus performas y en tu obra gráfica y tus videos. Pero ahora ya no se trata de fotos como fotos. Ahora son fotos de Antonia pequeña. Antonia creciendo, Antonia de frente amplia y cabello largo fotografiada por quién sabe quién, en quién sabe dónde. Algunas las recuerdas, otras engañan tus recuerdos. Las has encontrado y las has reunido para escudriñarlas; te miras en ellas y en ellas te buscas. Sólo tú sabrás qué hay detrás y a los lados de estas instantáneas, pero te sorprende que el tiempo las haya virado pues para ti (como para mí) ese tiempo transcurrido es, apenas, un ligero soplo que nos aleja, apenas un poco, de nuestras infancias, nunca un transcurrir tan inclemente como para teñirlas de viejo...vaya, el tiempo... |
Tu paleta entonces, la que acompaña la mirada que cae y vuelve a caer sobre esas fotos, se fue oscureciendo sin que los notaras. Ya no contrastas los colores como lo hacías hace tiempo en obra anterior. No es la umbra de la tristeza la que permea estas obras, no, es la de los recuerdos, quizá hasta la de los ensueños. En realidad, la gama de tus colores recuerda el color de los antiguos muros, los colores tierra de los mil y un templos y construcciones que miramos todos desde pequeños, desde que padres, tíos o maestros nos llevaban a visitar "las ruinas", cuando nuestros ojos infantiles, ávidos, vislumbraron por primera vez el misterio de los estucos y los frescos que sobrevivieron todas las invasiones, tanto las grandes conquistas como los pequeños arañazos . Ocres y tierras, azules índigos y rojos cochinilla, grises obsidiana y negros carbón. Toda esta obra tiene los tintes precisos que nos ligan al recuerdo colectivo, claves del cual se encargaron de enseñarte los concheros y danzantes de nuestro Altiplano, con quienes bailas desde hace tanto tiempo. Tiempo, es algo que te pre-ocupa. Tiempo...tic...tic...tic...tic... |